Partitocracia y sistema electoral

Tengo la costumbre de cambiar inmediatamente de canal ante la aparición en la pantalla del televisor de determinados personajes públicos. Los hay de todos los colores, no sólo políticos, y entre ellos, entre esas personas por las que sufro una fobia irrefrenable, está Elena Valenciano.

 

Sin embargo, cuando se trata de prensa escrita, soy capaz de leer las cosas en principio significativas –más allá de tonterías y tópicos- de una Cospedal, una Valenciano, et alt.

 

Recientemente esta última, Elena Valenciano, refiriéndose al gobierno del Psoe anterior al actual ha reconocido que “algunas decisiones se tomaron tarde y otras fueron un error”.

 

Lo que no ha dicho, ni ningún periodista se ha encargado de subrayar, es que esos errores son, han sido –y seguirán siendo en el futuro- el producto directo del sistema electoral partitocrático que tenemos.
Pues, ante las decisiones erróneas y tardías, ante la internacionalmente reconocida estulticia de Zapatero, ningún diputado de esa formación política se atrevió a expresar nunca crítica alguna y menos a realizar ningún movimiento para desplazar a su Caudillo, a su Jefe, a su mandamás. Las listas cerradas y bloqueadas provocaba –y provoca- que el asiento y el culo de los señores diputados dependa de su capacidad de aplaudir con la orejas al Jefe, así como de guardar un prudente silencio ante decisiones con las que políticamente puedan no estar de acuerdo.

 

Tan sólo, algunos políticos significativos del partido socialista, Jordi Sevilla, Joaquín Almunia, se permitieron expresar críticas en voz alta, sabiendo que su no-carrera política no iba a ser afectada.

 

Asimismo, expresaron críticas directas a Zapatero dos presidentes regionales del Psoe (Extremadura y Castilla la Mancha) en la medida en que se aproximaban las elecciones autonómicas.

 

La razón de esto último es clara. Su asiento, no dependía de ninguna lista elaborada por el aparato, en definitiva del Jefe, sino de los propios electores extremeños y manchegos con los que querían congraciarse.

 

Lo mismo hubiera ocurrido si los señores diputados hubieran tenido que ser elegidos únicamente por los electores de su distrito electoral uninominal tal y como ocurre en el Reino Unido, Francia, y en gran parte Alemania.

 

Una situación como la que ocurre actualmente en Francia en la que dos socialistas, Segolène Royal y Olivier Farloni se disputan el escaño en La Rochelle, simplemente es impensable.

 

Aquí, la disidencia no es posible.
Esta entrada fue publicada en Partitocracia, Política. Guarda el enlace permanente.